Se han publicado recientemente los datos de dos empresas que se dedican a
favorecer el suicidio asistido en Suiza, cuna de la eutanasia: Exit y Dignitas.
Dichos datos muestran un alarmante aumento del número de personas que escogen
el suicidio como respuesta a sus problemas, lo cual debe hacernos reflexionar
sobre las causas que conducen a que algo que debería ser excepcional se
convierta en normal.
En el caso de Exit, que se ocupa solo de ciudadanos suizos, la empresa
ayudó el año pasado a morir a 416 “pacientes”, frente a los 348 del año pasado
(casi un 20% más). Exit cuenta con 75.000 socios (en el 2008 eran 50.000). No
confundir con Exit Internacional,
otra organización que busca la promoción de la eutanasia y el suicidio
asistido, pero esta a nivel de UK, Irlanda, EEUU, Australia y Nueva Zelanda. Jérôme
Sobel, un directivo de Exit, considera que el aumento en el número de suicidios
asistidos es directamente proporcional al del número de socios. Algunos de
estos socios buscan solo la garantía de que pueden acabar con sus vidas si la
enfermedad que sufre les lleva a un deterioro mayor. Unos pocos fijan la fecha
para suicidarse. Otros mueren de forma natural antes de llegar a la cita
concertada…
Dignitas, por su parte,
sí ofrece el servicio a “pacientes” extranjeros. Fundada en 1998 por Ludwig A.
Minelli (un abogado suizo) se apoya en la ley suiza que afirma que el suicidio
asistido es legal si se puede probar que está motivado por una decisión libre y
responsable. Por eso el suicida de Dignitas pasa por un screening de varios
empleados de la empresa a fin de comprobar que, efectivamente, su deseo es
fruto de una decisión voluntaria y con pleno conocimiento de las implicaciones
de la misma. Curiosamente, y como el gran contrasentido de su supuesto respeto
estricto a la voluntad de la persona, cuando alguien no puede otorgar su
consentimiento por escrito se le graba un vídeo donde puede dejarlo dicho. En
estos casos, como cuando te graban para confirmar tu consentimiento a cambiar
de compañía telefónica, se les pide que digan su nombre, que digan que
solicitan ayuda para suicidarse y que no están coaccionados, sino que son
plenamente consientes de las implicaciones de su voluntad de suicidio. Las
cifras indican que en 2008 habían ayudado a suicidarse a 840 personas. El 60%
de ellos era alemanes. Mucha gente que se apunta a Dignitas no lo hace porque
quiera morir en ese momento, sino para dejar constancia de su voluntad en el
caso de que algún día tuviera alguna enfermedad que le hiciera la vida
insoportable. Una especie de macabro testamento vital. De hecho, el 21% de los
que se apuntan en Dignitas y el 65% de los que lo hacen en Exit no sufren
ninguna enfermedad terminal o irreversible[1].
Podría pensarse que estamos hablando de organizaciones altruistas, dedicadas
a ayudar de forma desinteresada a las personas. Sin embargo, parece que no es
todo tan sencillo, y hay un interesante negocio detrás. Aunque no publican sus
cuentas, Dignitas cobra 4.000 € a los “pacientes” en concepto de preparación y
realización del suicidio asistido (supongo que cobrarán por adelantado, antes
de realizar el servicio, para asegurarse el pago…) y 7.000 € si quieren que se
ocupen también del funeral, gastos médicos y posibles tasas e impuestos de
entierro. Un servicio completo, vamos. En España tenemos el “seguro de
entierro”, pero no es lo mismo.
El número creciente de eutanasia de extranjeros ha despertado las
alertas acerca de lo que se ha dado en llamar “turismo suicida”: Gente que
viaja a Suiza para que allí “les suiciden” (perdonen ustedes la licencia del
neologismo, pero no se me ocurre otra manera más gráfica de exponerlo). De
hecho se plantean de tanto en cuanto propuestas para restringir las facilidades
a los extranjeros para que vayan a suicidarse a Suiza. En Zurich se votó una
propuesta para restringir el derecho al suicidio asistido a aquellos ciudadanos
que hubieran vivido al menos un año en el país, en un intento de frenar el
macabro turismo. La propuesta fue rechazada por el 78.4% de los votos. La
ministra de Justicia, Simonetta Sommaruga, dijo el verano pasado que no veía
necesario restringir el acceso al suicidio asistido. El argumento esgrimido por
la ministra me parece de antología: “Si se revisara la ley actual se daría
mayor legitimidad (aún) a las empresas que ofrecen estos servicios…”
Algún día les comentaré lo que ocurre en Holanda, otro paraíso de la
eutanasia. Allí se ha publicado un documento del Ministerio de Asuntos
Exteriores donde se explica oficialmente lo que está ocurriendo allí, y cómo se
aplica la eutanasia a pacientes sin capacidad de decisión, a los enfermos
psiquiátricos crónicos, a los menores (con permiso paterno, claro) e incluso a
los recién nacidos (si tienen un dolor extremo y están en una grave situación
de “disconfort”). Luego nos extrañamos de que haya gente que proponga el aborto
post-natal… Algunos hablan de la pendiente resbaladiza de la eutanasia… Yo creo
que Peter Singer se quedó corto.
[1] Fischer S. Huber CA.
Imhof L. Mahrer Imhof R. Furter M. Ziegler SJ. Bosshard G. Suicide assisted by
two Swiss right-to-die organisations. Journal of Medical Ethics 2008; 34(11):810-4
2 comentarios:
En primer lugar, agradecerle su artículo. Describe lo que está ocurriendo en Suiza respecto a la eutanasia de pago. Yo, que aparte de mi formación universitaria en ciencias de la vida, dedico parte de mi tiempo a ayudar a enfermos que sufren enfermedades sin cura conocida y dolorosamente crueles, desearía que aquí en España pudiéramos elegir cuándo es ya suficiente sufrimiento, y poder marchar. La eutanasia la llevamos practicando con animales domésticos desde hace años y es aceptada por su carácter humanitario. ¿Por qué no podemos aplicarla con nuestros congéneres que, en sus plenas facultades así lo decidan para sí?
No me parece bien que haya que desembolsar 4.000 euros para morir dignamente. Lo que quisiera sería que se aplicara dentro de nuestro sistema nacional de salud.
Sólo y en el caso de que una persona lo decidiera en el caso de sufrimiento o incapacidad crónica incurable, creo que debería permitirse.
La alternativa del suicidio cruento es un trago que a nadie con una enfermedad mortal le gustaría hacer.
Muchas gracias por permitirme opinar en su magnífico blog.
Jaime, estoy totalmente de acuerdo con lo que dices.
Tengo más de 60 años, en estos momentos estoy bien física y mentalmente, pero me preocupa que un día no sea así.
Me gustaría saber que un día, si mi cuerpo se deteriora hasta un punto de que no pueda soportarlo, pudiera elegir tener una muerte diga.
Si hablo así, no es porque esté deprimida, ni esté pensando en marcharme de este mundo, para nada, aún tengo mucho que disfrutar, sino que lo mismo que he vivido intensamente la vida, me gustaría saberme dueña de elegir el momento de partir, sin que fuese doloroso, ni traumático.
Gracias por el artículo.
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