Estoy asistiendo estos días al IV Congreso Internacional Pro Vida, que se está celebrando en Zaragoza. Esta tarde he presentado una comunicación sobre Diagnóstico Genético Preimplantacional (DGP) y Sangre de Cordón Umbilical. En resumidas cuentas, proponía que en vez de generar bebés-medicamento, lo que habría que hacer es facilitar la labor de los bancos de cordón umbilical (en particular, los privados), sin entorpecer su desarrollo. De este modo existirían suficientes muestras disponibles que evitarían la necesidad de crear bebés a la carta para curar ciertas enfermedades. No he tenido tiempo de comentar la situación de la donación de cordón en España, que merece un comentario aparte. El profesor Justo Aznar me ha pedido que investigue si sería posible curar todas las enfermedades que actualmente requieren un bebé-medicamento con muestras de sangre de cordón de donantes compatibles, suponiendo que existiesen variedades suficientes, en bancos públicos o privados. Tengo la intuición de que sí, pero no lo puedo asegurar. Ya le contestaré cuando sepa la respuesta y les contaré a ustedes. Pero no voy a hablar de mí, que resulta poco interesante en este momento. Además, son las 23:45 de la noche y mañana hay que madrugar de nuevo para seguir el congreso, que empieza a las 9:30 de la mañana.
Además, el aborto reduce la competitividad sexual de la mujer. Si un amante considera que ante un embarazo imprevisto existe una alternativa, que es el aborto, cuida menos a su compañera. Esta, aunque no quiera abortar, se ve abocada a ello, porque de lo contrario puede ser abandonada por el hombre, que buscará otra compañera que no tenga reparos en abortar ante un “problema”. La solidaridad femenina en este campo no funciona, y relega a las mujeres contrarias al aborto a un ostracismo y a perder en esta competición sexual. En los ambientes más machistas, esto es aún más dramático, porque relega realmente a las mujeres a convertirse en esclavas del deseo sexual del hombre, empujándolas hacia las relaciones sexuales y el aborto, aunque ellas no quieran ninguna de las dos opciones.
Lo grave de nuestra época es que se da por supuesto que si una mujer sigue adelante con su embarazo es porque considera que puede llevarlo a cabo (ya que de lo contrario, habría abortado). Y en consecuencia, es considerada responsable y culpable por seguir adelante con el embarazo. Si encima el hombre quería abortar y ella no, el hombre se ve aún más liberado de cualquier tipo de responsabilidad sobre ese hijo. Es posible que los vecinos, familiares, compañeros de trabajo… encima se lo echen en cara a la mujer por no haberse librado de esa incomodidad cuando pudo. Por eso la mujer pierde legitimidad para reivindicar mejoras en las condiciones laborales (“¡que hubiera abortado! Si no lo hizo sería porque se veía capaz de sacar adelante a su hijo. ¿Cómo viene ahora pidiendo ayudas?”).
En conclusión, que el aborto, planteado como una liberación para la mujer (“nosotras parimos, nosotras decidimos; mi cuerpo es mío”, etc.) en realidad es la más sutil e injusta de las discriminaciones, al colocarla a ella como la única responsable de la maternidad, abandonándola con su culpabilidad.
Para pensarlo con calma…
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