21 de mayo de 2010

En qué se diferencia eutanasia de muerte digna

José Carlos Bermejo, religioso camilo y director del Centro San Camilo, afirma lo siguiente:
"Cuando una persona con una enfermedad terminal o irreversible, con unos sufrimientos insufribles, libremente, reiteradamente, en contexto sanitario, solicita ayuda a los profesionales sanitarios para que le ayuden, no para que le procuren la muerte, sino para que le ayuden, sólo entonces nos referimos a eutanasia".
No estoy de acuerdo con él, aunque él sea una autoridad en la materia y haya dedicado su vida a atender a personas en la fase terminal de la vida. En mi opinión, cuando una persona en esas circunstancias solicita que se acabe con su vida, en realidad está indicando que no quiere vivir de esa forma. De hecho, una vez eliminado el dolor insufrible, el hombre, si sigue consciente, ya no desea su muerte.

Resumo mi postura sobre la eutanasia de esta manera: El hombre tiene derecho a morirse cuando le llega la hora que marca su propia configuración genética. No antes ni después. Si en el trance de la agonía es preciso suministrarle analgésicos para paliar su dolor, debe hacerse, aunque ello implique acelerar el momento de la muerte. Porque lo que se busca es aliviar el sufrimiento, no provocar la muerte rápida. Esto no debe llamarse eutanasia, sino cuidados paliativos. A mi modo de ver, la confusión radica en considerar la palabra “eutanasia” en su sentido etimológico (= buena muerte). Porque de hacerlo así, se puede afirmar sin error que aplicar cuidados paliativos a un enfermo terminal es ayudarle a tener una buena muerte, a morir con dignidad. Y por tanto, aplicar cuidados paliativos sería “eutanasia” en el sentido filológico de la palabra. Así, el diccionario de la RAE define eutanasia como la “Acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera su muerte con su consentimiento o sin él”. Sin embargo, todo el mundo tiene un concepto algo diferente de la eutanasia, como “acelerar la muerte a un enfermo considerado terminal, con su consentimiento o el de sus familiares (cuando el propio enfermo no puede otorgarlo), para evitarle mayores sufrimientos.” Cuando es el médico quien decide cuándo deben morirse las personas hacemos que prevalezca un supuesto principio de Beneficencia (el médico que busca lo que a él le parece mejor para el paciente) sobre el principio de orden superior de Autonomía del Paciente, lo cual me parece reprobable. Porque cada uno tiene el derecho a decidir, contando con el suficiente conocimiento, acerca de las circunstancias que rodean a su propia salud. Cuando es el médico el que decide quién y cuándo debe morirse, el acto deja de llamarse eutanasia para pasar a llamarse homicidio.

Por la misma razón, no deben aplicarse medios desproporcionados para mantener artificialmente con vida a quien no tiene esperanzas de mejorar su salud, a no ser que el propio paciente los haya solicitado. Hago esta salvedad porque usar medios extraordinarios, es decir medios que no mejoran la salud del paciente sino que simplemente se aplican para mantenerlo con vida, sabiendo que es prácticamente imposible lograr un beneficio, no es éticamente rechazable en sí. Si es el propio enfermo quien los solicita pueden y deben usarse. Porque la autonomía del paciente prima en estos casos. Ayudar al enfermo terminal a encarar como él desea su propia muerte. Esta, y no otra, es la auténtica definición de MUERTE DIGNA. Entendiendo como premisa que la muerte, en sí, nunca es digna, porque es la propia negación del ser. La dignidad de la muerte radica en realidad en la manera en la que cada uno se enfrenta con ella.

La eutanasia, por tanto, es quitarle la vida, de forma consciente y voluntaria, a una persona que está en determinadas circunstancias. Prolongarla de forma obstinada, recurriendo a la aplicación de medios extraordinarios e ineficaces, es el extremo opuesto, y se llama encarnizamiento terapéutico. Ambas son acciones éticamente rechazables.

Publicado en Religión en Libertad
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3 comentarios:

MARTINA dijo...

"La muerte nunca es digna pues es la negación del ser"


No soy filósofa pero no lo entiendo ... quizás es posible lo primero si afirmáramos que el hombre es sólo un cuerpo y así la muerte sería la negación de su totalidad ...

pero sabemos que no es así pues somos cuerpo y alma ... la muerte es un paso y el cuerpo de alguna forma se transformará en glorioso ... no entiendo la negación del ser en este segundo caso , pues nunca dejó de ser . ( Así piensa este "chucao")

Además hay argumento de autoridad : La Iglesia nunca usaría el término de muerte digna si no considerara que hay dos : una digna y otra indigna

Me explican si estoy equivocada, que es lo más probable, para entender???

Hagamos Rock! Activart Radio! dijo...

Maria, yo no estoy de acuerdo con vos, pero aún así considero que no estás equivocada. Todo por el simple hecho que en esta materia, nadie puede tener la razón o equivocarse. Nadie puede hablar de la muerta y lo que significa hasta no estar a un paso de ella.

Es como ser madre. Ningún médico varón o varón en si sabe lo que es eso. Simplemente lo vive desde otro lugar.

La muerte y la vida siempre son dignas. La vida es quizás menos relativa porque siempre esta todo por delante, pero la muerta mientras que sea bajo conciencia es digna.

Cada uno puede elegir como y cuando morir. Es solo entendible para aquellos que están en ese lugar en ese momento determinado.

Las cosas del Ser, y bla bla bla , son cosas filosoficas, nadie puede opinar...queda simplemente en el palabrerío. Cada uno que nace, goza del derecho de elegir cuando se termina su vida y determinar como es su camino en el mundo.

Agustín Losada dijo...

Querida Rami:
Discrepo radicalmente con usted. En esta materia, y en todas, las cosas son como son. No es posible que sean a la vez una cosa y la contraria. Eso es algo metafísicamente imposible.
Ni la muerte ni la vida son dignas. La cualidad de dignidad solo se le puede aplicar en sentido estrticto al ser humano. Dicho de otra manera: El titular de la DIGNIDAD es el ser humano. Y su dignidad tiene un valor intrínseco (en el sentido de que no depende de la valoración que de él hagan otros o él mismo). Desde esta perspectiva, la vida y la muerte son dignas en cuanto se refieren al ser humano y respetan su dignidad.

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