21 de noviembre de 2009

In memoriam. FFFFFFFFENOMENAL

Acabo de enterarme que ha muerto. Hacía algunos meses que le ví por última vez. Alguien organizó un fantástico encuentro de antiguos empleados de P&G, y ahí estaba él, demacrado por el cáncer, pero alegre, y transmitiendo alegría como siempre. Muchísima gente a la que hacía muchos años que no veía. Algunos se fueron de la compañía antes que yo. Otros seguían sobreviviendo, amarrados a los restos de su propio naufragio...
Cogió el micrófono, y no lo soltó. Se fatigaba al hablar. Recuerdo que tenía pocas fuerzas para hablar lo alto que le hubiera gustado. Pero habló, por que consideraba que no se lo podía guardar. Tenía que hablar para insistirnos a todos en la idea madre de que la vida es maravillosa. Que merece la pena vivir. Que no perdamos el tiempo en las cosas inútiles. Que hay que aprovechar para dedicarnos a lo que realmente importa.
Hoy estaba curioseando en internet cuando me he topado con la noticia de su muerte. Alguien puso un enlace a una carta que Juan publicó como terapia para su enfermedad, y que él mismo pedía que se circulara, por si pudiera ayudar a otros. Eso hago yo, aunque no tenga nada que ver con la Sangre de Cordón, como homenaje póstumo a una persona que siempre te sonreía, con su eterna respuesta ante un "¿Qué tal?". Juan siempre respondía: "FFFFFFFFENOMENAL". Al leer esta carta he recordado al Dr. Covey y su magnífico Seven Habits for Highly Effective People, el libro de cabecera para todo aquel que quiera, desde una perspectiva laica, descubrir el sentido de su vida. Creo que Juan y yo asistimos juntos a ese curso hace ya algunos añitos... Juan se lo tomó en serio, y sacó partido a su enfermedad. haciendo de ella una razón para seguir adelante, amando incluso más intensamente a los demás.

Espero que os ayude su lectura, y que si sois creyentes, recéis una oración por Juan.

+


----------------------------------------------------------------------------------

Deseo compartir con vosotros este testimonio en mi lucha contra el cáncer. He cumplido 56 años, estoy casado y tengo una hija. Durante casi 30 años y hasta hace muy pocos meses desempeñaba un trabajo como ejecutivo en una importante compañía multinacional de productos de gran consumo. Mi actividad había sido muy intensa y apasionante pero también muy absorbente. Aunque crecí en muchos aspectos, sin darme cuenta dejé desatendidas algunas partes esenciales de mi vida, como mi familia, amigos e incluso mi propio cuerpo. Por eso, di la bienvenida a la oportunidad de prejubilarme y montar un negocio propio siguiendo mi ritmo personal más moderado.
 Me retiré el pasado mes de Octubre para empezar mi nueva aventura. Sin embargo, la vida me tenía reservada una sorpresa y tenía otros planes para mí. A las pocas semanas me detectaron un cáncer de esófago con metástasis en el hígado.

Mi gran aprendizaje es que hay situaciones que sobre el papel tendemos a evaluar como muy malas cuando pueden ser una maravillosa oportunidad de crecer espiritualmente. En muchos aspectos esta enfermedad ha sido una bendición para mí. Me siento muy afortunado por vivir lo que estoy viviendo.

Un día, un amigo mío de Inglaterra me sugirió que escribiese una carta a mi enfermedad porque podría ser una terapia muy potente. Así fue cómo surgió la Carta a Horacio, que compartí en la pasada Navidad. Esta carta fue el eco espiritual de muchas conversaciones que tuve con muchos amigos y familiares. Por eso es una carta que hemos escrito entre todos a la enfermedad de todos. Siempre he querido tener una postura muy abierta con mi situación y me complace enormemente que hagáis llegar esta carta a otras personas si pensáis que pudiese ser de ayuda.

Creo que estoy avanzando en mi curación. Aunque la enfermedad no ha remitido aún, tengo la certeza de que en nuestro interior hay un centro de sabiduría que contiene todas las herramientas para la curación.

Quiero compartir con vosotros mi Fe, mi Esperanza y mi Amor

Juan Ramírez de Haro


Carta a Horacio

Madrid, 18 de Diciembre de 2007

Querido Horacio,

Fue ese jueves de Noviembre cuando supe que me habías tocado con tu vara de abedul, cuando un rayo me atravesó de la cabeza a los pies. ¿A mí? ¿A mí? ¿Por qué a mí?

Sólo tardé unos segundos en aceptar el diagnóstico y en ese instante experimenté una felicidad que nunca había sentido hasta ahora. Iba a tener el honor de formar parte de ese grupo de personas a las que tanto admiro, que sacan coraje de donde parece que no lo hay y lo muestran al mundo.

Me ofreces una grandiosa oportunidad de aprender y de crecer, aquí y ahora con este master, con este proyecto, con esta asignación que es CURARME y que hoy acapara mi máxima atención.

No es una interrupción a mi vida ni un freno en mi viaje a Ítaca. Es un nuevo rumbo que quiero vivir a tope y del que voy a sacar todos sus frutos. Estoy impaciente por ordeñar cada día que comienza.

Muy pronto empecé a sentir que había recibido otro regalo mucho mayor, que ni en mis mejores sueños podía imaginar. Es el amor de mi familia y mis amigos.

Mi vida de familia se ha transformado. En casa con Adelaida y Gabriela sentimos una pasión amorosa mutua como nunca había sucedido. Me conmueve cómo se vuelcan conmigo, cada minuto, cada segundo. Ellas son quienes realmente están viviendo y soportando mi enfermedad. Sólo me sale una palabra del corazón y es ¡¡¡GRACIAS!!!.

Los caminos de mis padres y hermanos, y el mío se han unido. Hemos entrado de nuevo en nuestras vidas respectivas. Y donde antes veía recelo, barreras y malentendidos ahora sólo veo unos grandísimos corazones. Además me divierto muchísimo con todos y cada uno de ellos, que en su diversidad y a su manera me están dando lo mejor de si. También estamos llevando a cabo unas colaboraciones muy fructíferas. Todo tiene un enorme sentido.

¡Y que decir de mis amigos, que desde todas las partes del mundo me mandan unas letras de ánimo y aliento en sus emails!. Hay personas, que ni me podía imaginar, que me están mandando su cariño. Es curioso cómo nos “tocamos” entre nosotros en nuestras vidas sin saberlo.

Hacía unas semanas que había perdido mi teléfono móvil pero con esta enfermedad ya lo tengo rápidamente al día.

Hay tantos amigos que me ofrecen nuevas terapias y técnicas, nuevos libros. Siento que se me presenta un fecundo período de conocimiento.

¿Y qué decir de todas esas personas que rezan por mí y piensan en mí durante sus oraciones? Sé que hay conventos enteros de carmelitas descalzas que se están volcando en mi persona. ¡Qué gran responsabilidad de agradecimiento se posa en mis hombros!

Y en estos momentos pongo a Dios por testigo de que nunca jamás en la vida diré que “me siento solo”, “no tengo amigos” o “me siento miserable”. Eso sería ir en contra de la naturaleza de la vida.

Hoy, siento y sé que cada uno de nosotros formamos parte de un cuerpo superior en el que todos estamos conectados y cuando una parte de ese cuerpo está más débil el resto vibra. Yo también sabré vibrar mucho más a partir de ahora.

En cambio, ¿Cuántas veces vibramos por cosas no importantes? ¿Somos conscientes de la enorme cantidad de metas y estímulos triviales que nos creamos y aceptamos y que nos generan tanto stress? ¿Es tan real esa ansiedad que nos atenaza? ¿Es tan real esa culpa que nos abruma? Todo eso nos mata.

He aprendido a ser Yo, a ser “Yo soy”. Me he dado cuenta de que había llevado una vida alocada en la que había adoptado muchos roles en ambientes dispersos y desconectados. Eso me creaba barreras, eso me negaba como persona. Eso era matarme. Ahora “Yo Soy” esté donde esté, no tengo barreras. Formo parte de una energía ilimitada.

Me siento capaz de llevar a cabo cualquier visión que me plantee en este planeta.

Estoy viviendo una experiencia mágica de transformación espiritual. Ahora entiendo al alquimista que transforma el dolor en paz, la paz en alegría y la alegría en amor.

Estoy completamente preparado para todo lo que vaya a venir y sé que sobrevendrán dolores y molestias en el cuerpo pero nunca sufrimiento. Todo sufrimiento es un juicio, es aceptar la condición de que se es víctima y yo eso jamás lo haré.

En cambio, el inevitable dolor físico que se acepta, se siente en todos los poros y se ofrece, nos brinda la oportunidad de transmutarlo en despertar espiritual.

Horacio, no quiero darte una pequeña decepción. Pero no has sido tú quien me ha traído esta enfermedad sino yo. Yo soy al 100% responsable de lo que me pasa. Ha sido mi mente quien me ha confundido y me ha metido en esto. Había una falta de armonía. Quizá tenía una necesidad de crecimiento no bien madurada o una situación que no sabía cómo manejar. Esta enfermedad tiene un mensaje y al captarlo mi curación vendrá, de la misma manera en que la primavera sigue al invierno. Ya intuyo mucho de lo que me había pasado.

Hay muchas maneras positivas de hacer frente a esta enfermedad. Yo quiero recuperar el diálogo con mi cuerpo. Quiero estar con él y acompañarlo en estos momentos de debilidad. Mi cuerpo es ese amigo sabio y fiel, que siempre trabaja de manera incondicional y silenciosa para estar sano. ¡Ay hermano!, cuanto te he exigido en esas noches de trabajo, en esos platos y copas de más, en ese uso de ti como fuente de placer y objeto de consumo. ¿Cuántas veces te he dejado en último lugar dando por hecho que tú silenciosamente podías con todo? Hermano, nos curaremos juntos y a partir de ahora serás mi joya.

Bueno Horacio, vamos a hablar tú y yo del futuro. Sabes muy bien que me voy a curar y por eso te quiero ofrecer un puente de plata honroso. Sé que has actuado con tu mejor intención, obedeciendo a los designios de mi mente. Te propongo que retires inmediatamente de mi cuerpo tus células enfermas. A cambio, conservaré en la memoria un buen recuerdo tuyo de esta etapa maravillosa.

Horacio, sabes que no tienes otra alternativa. Si insistes en persistir, tanto mi altísima moral como las baterías del Doctor Javier Hornedo, quizás el mejor oncólogo del mundo, harán mella en ti. ¿Por qué aferrarte y resistirte a lo inevitable?

En pocas palabras: Gracias por entrar en mi y Gracias por salir de mi, con todo mi amor.

Yo ya he empezado a celebrar mi curación. Estoy organizando con mi familia y amigos un viaje a Roma de agradecimiento por todas estas vivencias y todas estas “vacaciones”.

Esta enfermedad me ha sobrevenido en un momento en que estaba cambiando de vida y planeando una nueva etapa. Voy a incorporar todo lo que aprenda. Esta etapa será muy importante en mi vida y ya nunca jamás volveré a ser la misma persona después de vivir esta experiencia. Mi misión y mis metas serán a partir de ahora muy diferentes. Sé que me espera una vida apasionante y me ilusiona asumir mis nuevas responsabilidades. Sabré siempre cambiar y transformarme.

Sé también que este futuro apasionante no me estará esperando sólo a mí. Esta ha sido un poco la enfermedad de todos y todos nos estamos transformando.

Y ahora pienso en La Navidad. Esta va ser la mejor Navidad de toda mi vida. La Navidad es el nacimiento del niño Dios. Es un momento de Creación. Es el momento de crear la mejor versión de la mejor visión de nosotros mismos.

En La Navidad sin embargo, rara vez nos salen bien los deseos. Ya en los medios de comunicación de la primera semana de Enero todo sigue igual de mal en el mundo y el nuevo año sigue el mismo curso de violencia y perversión rutinaria.

Sin embargo, este año propongo a mi familia y amigos algo muy diferente:

1. Cerrar los ojos.

2. Crear uno o dos deseos.

3. Visionarlos.

4. Oírlos.

5. Olerlos.

6. Sentirlos.

7. Tocarlos.

8. Tener una fe inquebrantable de que van a suceder sin preguntarse el cómo.

9. Dar gracias porque ya han empezado a suceder.

10. Seguir al corazón.

11. Plasmar los deseos en un sitio visible.

12. Revisarlos diariamente.

Esta vez se van a materializar en todo el planeta todos nuestros deseos de Navidad y Año Nuevo. Vamos a cambiar muchas cosas.

Y ahora sólo me cabe decir GRACIAS; GRACIAS; GRACIAS

Con todo mi afecto,

Juan
Me puse manos a la obra con el objetivo de curarme. Uso todos los medios posibles, tanto convencionales como la quimioterapia con un gran oncólogo, como otros más alternativos como la respiración, una nueva nutrición, la homeopatía, muchos paseos por el campo, el yoga, el “coaching” psicológico, el “reiki”, la meditación y la oración.
Share

2 comentarios:

elena lago dijo...

Estimado Agustín, en primer lugar enhorabuena por su blog. Me ha encantado conocerlo, porque provee de argumentos sólidos y documentados para la defensa de la vida de los no nacidos.
Ya hora el comentario sobre la carta de Juan; más bien la pregunta: ¿Mantuvo su alegría cuando las expectativas de curarse fueron disminuyendo? La carta es genial; es un canto a la vida, al cariño recibido, a la oportunidad de crecer mirando la vida desde otro ángulo. Sin embargo, echo en falta algo: la resignación a la posibilidad de que REALMENTE los planes no salgan como él había diseñado. No solo que se ha encontrado con un escollo, no; que NO van a ser como él había pensado.Dios es el dueño de nuestra vida y de nuestra muerte; y sin querer dar pábulo a una resignación mal entendida, que puede poner freno a su curación, sí creo que hay que ponerse más humildemente en sus manos y añadir a lo ya expresado en su carta: "Y si Dios no tiene mi curación entre sus planes, entonces que sea como Él quiera". Como Jesús en Getsemaní...

Agustín Losada dijo...

Elena:

Gracias por sus palabras. Conocí personalmente a Juan, y era una persona tremendamente vital y optimista. Así lo traduce la carta que escribió a su enfermedad. Sé que esta carta ha hecho mucho bien a otras personas en parecidas circunstancias. Me consta que alguna le dió las gracias porque había sentido que Juan fue capaz de expresar los mismos sentimientos que ella tenía, pero que no sabía comunicar.

Centrándome en su pregunta, puede que le parezca algo presuntuoso. Pero cuando uno se centra en las cosas que puede cambiar, el ámbito de cosas sobre las que puede influir se ensancha. Al revés de lo que ocurre cuando uno se concentra en las cosas que le afectan, pero sobre las que no tiene capacidad de influencia. Juan hizo lo primero: Tomó su vida y se empeñó en tirar de ella, aún a costa de su enfermedad. No creo que su actitud fuese prepotente. Más bien era la actitud de aquel que está convencido de poder llevar adelante sus propósitos. Eso, desde mi punto de vista, no está reñido con aceptar la voluntad de Dios. Que me consta que la aceptó con entereza. Pero su carácter no le permitió rendirse hasta el final en la lucha por combatir a su enfermedad. Siendo, como era, muy consciente de que la enfermedad le iba ganando la partida y que su final estaba ya próximo. Sólo desde una actitud de triunfador, de aquel que se sabe dueño de sí mismo, se puede mantener la elegancia y alegría que Juan demostró hasta el último minuto.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...