Soy un osado. Lo sé. Un simple estudiante atreviéndose a valorar en dos patadas la opinión de todo un Comité de Expertos en Bioética. Estos doce hombres sin piedad (con la notable excepción del profesor César Nombela), presididos por Dª Victoria Camps, han analizado el proyecto de ley del aborto (perdón, Proyecto de Ley Orgánica de Salud Sexual y Reproductiva y de Despenalización de la Interrupción del Embarazo), y han concluido lo siguiente:
1. Que hay que distinguir varias etapas en la formación del ser humano en el vientre materno (zigoto, anidación, final de la organogénesis y viabilidad fetal). Me parece que con ello pretenden dudar de cuándo comienza la vida humana a ser humana… aunque ellos optan descaradamente por la semana 14 de gestación como límite, que les “permite establecer una diferencia cualitativa en la valoración ética y jurídica del feto antes y después de esa fecha”.
2. Que hay un conflicto entre proteger la vida prenatal y respetar los derechos de la mujer. Pero yo no entiendo que exista un derecho a matar a nadie. Ni la mujer ni nadie tiene tal potestad. Por lo que no entiendo a qué conflicto se refieren los 12 hombres sin piedad.
3. Que no se quieren mojar a valorar el aborto, puesto que ya estaba aprobado, sino que sólo dan su opinión sobre los aspectos particulares de la propuesta del gobierno. Y yo pienso que se la pillan con papel de fumar.
4. Que como la vida hay que protegerla siempre, y eso no admite ponderación, por eso hay que considerar si es mejor autorizar el aborto por indicaciones o plazos. Aquí ya no he entendido nada, porque dicen una cosa y la contraria a continuación.
5. Que el sistema de indicaciones (es decir, los supuestos bajo los cuales según la ley actual, el aborto es un delito sin pena) no hace falta valorarlo, porque es una ley en vigor (?)
6. Que el sistema de plazos que propone el gobierno favorece los derechos de la mujer (obviamente, frente a los de su hijo). Y aquí, en un doble salto mortal con tirabuzón (con desbarre incluido) afirman textualmente que: “en opinión de este Comité, una regulación jurídica basada en el plazo no aparece como un sistema desprovisto de fundamento en relación con los derechos y bienes constitucionalmente protegidos, incluido el bien vida humana prenatal”. Como decía aquel, áteme usted esa mosca por el rabo.
7. Que aplicar un criterio “restrictivo” respecto al aborto sería discriminatorio con una parte de la sociedad a la que le parece muy bien… y por tanto, hay que defender una ética de mínimos.
8. Que no se le pueden pedir heroicidades a una mujer. Literalmente, dicen: “El Estado no puede imponer la prevalencia del valor de la vida, prohibiendo el aborto, si con ello desprotege a la mujer que se encuentra ante la necesidad de interrumpir un embarazo.” Sólo puedo decir: ¡Ole tus huevos!
9. Que convendría educar más en sexualidad a las jóvenes. O sea, que para atajar los incendios lo mejor es dar extintores a los pirómanos.
10. Sobre el aborto en menores de 16 años sin consentimiento paterno, parece inclinarse por aceptarlo, ya que “la adolescencia es una etapa de edad poco propicia para la comunicación familiar, y si bien es cierto que las jóvenes adquieren libertad para decidir, también los padres tienen el deber de informarse sobre aspectos relevantes de la vida de sus hijos menores de edad”. Y que hay que reconocerle el derecho a la confidencialidad de las menores...
Menos mal que hay alguien sensato en el Comité, y el profesor Nombela, en su voto particular dice, con gran acierto: “La discrepancia de este vocal con la opinión del Comité se basa en la radical contradicción en la que incurre, al reconocer que desde la concepción existe una vida humana nueva, diferenciada de la de la madre gestante, pero al mismo tiempo admitir que se puede acabar de manera voluntaria con esta vida, durante las primeras catorce semanas de su desarrollo”. No diré más. Es suficiente. Y no se puede decir mejor.
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