18 de mayo de 2009

Los padres del bebé medicamento

Hoy me voy a salir un poco del tema de la sangre de cordón, aunque sólo tangencialmente. Han pasado unos meses desde el primer caso del famoso caso del bebé medicamento en Andalucía. En su día tuve la oportunidad de debatir en el programa de José María Calleja en CNN + con la Consejera de Sanidad andaluza, María Jesús Montero, sobre este tema. Los argumentos que expuse allí siguen estando plenamente vigentes. Hay que fomentar la donación de sangre de cordón para que ante casos como el de Andrés sea posible encontrar una muestra compatible. Y no poner frenos al depósito privado de los padres que así lo deseen hacer. De esta forma no hará falta recurrir a la monstruosidad de crear bebés para seleccionar el que nos resulta útil y destruir los demás. Eso se llama eugenesia, y sus efectos catastróficos los hemos vivido en épocas que la Humanidad debería haber superado ya.

Traigo a colación ahora el tema porque me he encontrado con unas declaraciones de los padres de la criatura que me han llamado la atención y demuestran su buena fe, pero su gran incultura, tanto médica como ética y religiosa.

Los padres han llevado a bautizar al pequeño Javier cuando cumplió los 6 meses. Yo había escuchado a la madre con anterioridad decir que “si la Iglesia no me lo bautiza yo lo pongo debajo de un chorro del grifo”, poniéndose la venda antes de la herida, y demostrando una ignorancia supina en temas religiosos. Ahora se muestra satisfecha de que el P. Pedro, de la iglesia de Los Pastores, no haya puesto finalmente ningún impedimento al bautismo del niño, que tuvo lugar el pasado día 19 de abril (como, por otra parte, no podía haber sido de otro modo).

A la madre le sentó mal que la Iglesia dijera en su día lo que tenía que decir y era su obligación como Maestra. Es decir, que para crear a Javier hubo que matar a sus hermanos al utilizar esa terminología tan fina de DGP (Diagnóstico Genético Preimplantatorio). Desde el punto de vista de la madre, ella solo buscaba salvar a su hijo Andrés, y para ello concibió artificialmente a su otro hijo, Javier, tras resultar seleccionado como el único no-enfermo y cuyas células madre de cordón eran compatibles con Andrés para poder salvarle. Para salvar una vida concibió otra. Si el resultado son dos vidas, ¿cómo la pueden acusar de haber hecho algo malo? Pues porque desgraciadamente en ese proceso de selección quedaron descartados al menos 36 hermanos de Andrés. Algunos, porque también tenían la enfermedad. Y otros, porque estaban sanos, pero no eran compatibles. Hermanos muy pequeños, de días. Pero seres humanos, al fin, con su dignidad pisoteada por la forma en que fueron concebidos y manipulados, y su futuro truncado por su condición genética.

Los padres finalmente llevaron a su hijo Javier a bautizar. Y la Iglesia los recibió con los brazos abiertos de par en par, como no podía haber sido de otra manera. El problema con esta familia, a la que no juzgo, es que han estado mal aconsejados médicamente. No es imputable que no conozcan las circunstancias médicas que han rodeado la curación de Andrés. Tampoco lo es su incultura religiosa. Por muy pecadores que sean, la Iglesia siempre va a tener las puertas abiertas para recibir a sus hijos en el bautismo. Que sirve, precisamente para limpiar el pecado original. Si ellos llevan voluntariamente a su hijo a bautizar, deberían saber qué significa este sacramento y quién puede recibirlo. Deberían saber que la Iglesia no condena a Javier por haber sido concebido sin el más mínimo respeto a su dignidad. Hecho del cual Javier no es responsable, sino víctima. Los seres humanos no se “fabrican”, sino que se desarrollan a partir de un acto de amor de sus padres, y fruto de unos complejos frutos del azar que hace que sean como son.

La madre, tras todo lo que ha tenido que soportar, ha afirmado: “Creo en Dios, pero no en los curas”. Pues mire, en esto le doy la razón. Mejor es confiar en el Señor que fiarse de los hombres. Pero que conste que nadie, ni la Iglesia ni ningún cura, han condenado a Javier. El pobrecito no tiene culpa de nada. Lo que se ha condenado es la falta absoluta de respeto a su dignidad por parte de sus padres y la muerte de los 36 hermanos inocentes que no superaron los controles de calidad establecidos por los médicos.

Si alguien quiere profundizar en el tema, me remito a lo que he publicado en otros foros. Y, por supuesto, estoy a su disposición para aclarar lo que deseen.
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