23 de abril de 2009

Selección genética (diagnóstico genético preimplantatorio)

La Comisión Nacional de Reproducción Asistida ha autorizado dos nuevos casos de selección genética de embriones para implantar aquellos que estén libres de enfermedades genéticas. El caso ha despertado la satisfacción de las personas de buena fe que ven que la Ciencia avanza y es capaz de usar técnicas sorprendentes para evitar enfermedades. Y que no comprenden que la Iglesia levante su voz para condenar estas prácticas como contrarias a la dignidad del hombre.

El primero de los casos lo remite el hospital de Barcelona Sant Pau-Fundación Puigvert. Se trata de una madre que quiere tener una hija libre de un defecto genético que podría provocarle cáncer de mamá, ya que en la familia es una enfermedad prevalente. Se trata, para evitarlo, de seleccionar un embrión sin el gen BRCA1, una mutación que se da en más de un 5% de los cánceres de mama que se diagnostican al año en España. La incidencia no es muy alta, pero cerca del 60% de Las mujeres con esta mutación desarrollan cáncer de mama. ¿Por qué se ha de someter a la madre a semejante riesgo (el de tener una hija que pueda desarrollar la enfermedad)?
El otro caso procede de Madrid. Aquí se trata de evitar un cáncer hereditario de tiroides.
Ambos casos se suman al del famoso niño sevillano, cuyo hermano seleccionado genéticamente proporcionó la sangre del cordón umbilical necesaria para su curación de una betatalasemia major. Y recientemente, otro caso aún en proceso, de una niña cordobesa que sufre una inmunodeficiencia severa combinada por adenosina deaminasa, para la que hace falta engendrar un hermano 100% genéticamente compatible. Al igual que el caso de Andrés, la sangre de cordón de ese niño seleccionado para estar libre de la enfermedad y ser 100% compatible, una vez nazca, servirá para curar a su hermana.

Como se ve, en todos los casos hablamos de producir embriones para luego seleccionar a los que se implantan (desechando, por tanto, los demás). El proceso, resumido, es el siguiente: Se estimulan los ovarios de la madre, para conseguir el máximo número posible de óvulos. En una placa de Petri se fecundan los óvulos con espermatozoides del marido (más fáciles de extraer, con una simple masturbación). Los embriones que se desarrollan se dejan desarrollar hasta el día 4 o 5, cuando ya está en estado de blastocisto. El blastocisto está formado por dos tipos de células y una gran cavidad interior: La capa externa (trofoblasto ) forma la placenta y las envolturas embrionarias. El resto es la masa celular (embrioblasto), que formará todos los tejidos del cuerpo humano. Pues bien, se extrae una célula del embrioblasto para analizarla y comprobar si tiene el marcador genético concreto que se va buscando. Esto es posible porque todas las células de un individuo contienen la misma carga genética que la célula inicial que da origen al individuo (el cigoto). Esa carga genética se mantendrá inalterable en todas y cada una de las células de ese individuo durante todos los días de su vida. El proceso está autorizado en España dese el año 1988, cuando la primera ley sobre técnicas de reproducción humana asistida, la ley 35/1988, contemplaba que "toda intervención sobre el preembrión (el embrión de menos de 14 días), vivo, in vitro, con fines diagnósticos, no podrá tener otra finalidad que la valoración de su viabilidad o no, o la detección de enfermedades hereditarias, a fin de tratarlas, si ello es posible, o de desaconsejar su transferencia para procrear". Cuando se “desaconseja” su transferencia para procrear es porque simplemente se le elimina, no se le implanta y se le deja morir.
En el caso del niño sevillano, se analizaron los embriones que se produjeron, descartando, en primer lugar, a aquellos portadores de la misma enfermedad. Luego, aquellos que, estando sanos, no eran 100% HLA compatibles. Por último, el embrión que cumplía con los criterios de calidad fue implantado en el útero de su madre y logró continuar su desarrollo hasta que en el momento del parto las células madre de su cordón umbilical fueron recogidas para trasplantárselas a su hermano enfermo. Para mí este proceso es clarísimamente una discriminación de seres humanos por razones genéticas, algo específicamente prohibido por, entre otros, el Convenio de Oviedo que nuestro país ha firmado. No es despreciable la bajísima probabilidad de éxito de esta técnica (de ahí que se celebrara tanto el resultado del caso de Andrés), que es de tan sólo un 10%. O sea, que, encima, puede que se haga todo esto para nada.

Con los casos aprobados por la Comisión Nacional de Reproducción Asistida hemos dado un paso más. Hasta ahora se ha autorizado la selección genética, el descarte, de embriones que tienen un gen causante de una enfermedad (hemofilia, distrofias musculares). Es decir casos en los que es seguro que quien tiene el gen desarrollará la enfermedad. En un segundo lugar, como el caso del niño de Sevilla, se han descartado embriones que no tienen el gen que causa la enfermedad, es decir, están “sanos” pero no son compatibles HLA para un trasplante de células madre de sangre de cordón. Ahora llega el tercer paso, en el que los descartados son los embriones que tienen un gen que PODRÍA desarrollar la enfermedad, es decir que tienen predisposición a desarrollar la enfermedad. Ya no buscamos evitar une enfermedad segura, sino una enfermedad probable. ¿Cuál es el porcentaje apropiado para declarar no-útil a un embrión? ¿Debe ser si tiene más de un 80% de posibilidades de desarrollar la enfermedad? ¿Y si son 60% las posibilidades? ¿Y si son sólo 40%? El ejercicio me recuerda las preguntas que machaconamente hacía Abraham a Dios en el Antiguo Testamento, cuando Este le anunció que iba a destruir la ciudad de Sodoma por los pecados de sus habitantes. “¿Y si encuentro 50 justos, destruirás la ciudad con ellos? ¿Y si son solo 40? ¿Y si son 30?” Al final, quedaba claro que si hubiera uno solo Dis salvaría la ciudad. ¿Cuál es el límite que se marca el hombre para decidir que un embrión tiene o no derecho a nacer? ¿Cuál es el criterio de perfección? ¿Quién lo decide? Y una pregunta que me aterra: ¿Me habrían dejado nacer a mí, si me llegan a analizar mis genes? Porque estoy seguro que alguna imperfección, tengo (como la mayoría de la gente). Aunque no por tener la PREDISPOSICIÓN genética pesa sobre mí una condena de que desarrollaré la enfermedad. Tal vez el ambiente, mis hábitos de vida, etc. hagan que jamás llegue a desarrollar las enfermedades para las que tengo predisposición. Y aunque las desarrollara... ¿pierdo mis derechos a vivir por tener esa característica genética, por desrrollar esa enfermedad?

Yo no sé ustedes, pero a mí esto me da cada vez más escalofríos.
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