29 de mayo de 2009

¿Bebés medicamento?

La historia que hoy les traigo me ha conmovido, porque enfrenta como en un espejo, dos casos que parecen parecidos, pero son muy diferentes.
En Mallorca, a finales del siglo XX (¡qué lejano parece ya!) unos padres descubren con impotencia que su única hija padece talasemia mayor, una enfermedad que destruye sus glóbulos rojos, obligándola a someterse a frecuentes transfusiones de sangre (dos al mes). Lo malo del tratamiento, además de la incomodidad del mismo, es que provoca algunos retrasos en el crecimiento, además de una sobrecarga de hierro en el organismo que puede terminar degenerando en una enfermedad hepática, cardiaca o incluso diabetes. Por ello tiene que conectarse cada noche a una máquina que elimine el exceso de hierro de su cuerpo. La hija lleva ya varios años con las transfusiones, y el problema no tiene cura. Cuando la niña tiene siete años, los padres buscan darle un hermanito y la madre se queda de nuevo embarazada. Entonces el médico les sugiere guardar la sangre del cordón umbilical del bebé, por si pudiera servir para curar con él a la hermana mayor. Las posibilidades son muy bajas. El principal escollo es que ambos hermanos deben ser compatibles. Lo cual ocurre en tan solo uno de cada cuatro casos. Pero hay que intentarlo. La suerte estaba de cara, y el nuevo hermano (otra hija) resulta ser compatible. Se recoge su sangre de cordón (en lo que se conoce como “donación dirigida”) y con ella se trata a la hermana mayor que logra recuperarse de su enfermedad. Estamos hablando de hace 7 años, cuando aún no soñábamos con que la ciencia permitiría hacer diagnóstico genético preimplantacional para seleccionar a un embrión compatible que implantar en el útero materno, y, si anida, utilizar las células madre de la sangre del cordón de ese bebé-medicamento. Tampoco hace siete años existían los bancos privados de sangre de cordón. Sólo hace 10 años que comenzaron a existir los primeros bancos públicos…
Pues bien, el caso ilustra la utilidad terapéutica del trasplante de SCU entre hermanos, como la mejor alternativa. Evidentemente, en este caso se conocía con antelación la enfermedad de la hermana mayor, por lo que se recogió la SCU de la menor para permitir el tratamiento. Si la enfermedad se hubiera llegado a desarrollar después del nacimiento de la hermana menor habrían tenido que haber recurrido a otros métodos, menos efectivos, porque su sangre de cordón se habría desechado al nacer.
Esto es lo que da razón de ser a los bancos privados. Indudablemente, las posibilidades de necesitar un trasplante entre hermanos son pequeñas. Y a eso hay que añadir el porcentaje de casos en los que, aun necesitándolo, no son compatibles. Pero si toca… es la mejor opción. La Sanidad Pública, por cuestiones de eficiencia, no se puede permitir guardar la sangre de cordón de todos los niños al nacer, por si les hace falta en el futuro. Precisamente para eso existen los bancos privados: Para ofrecer esa opción a los padres que deseen invertir un dinero en asegurar la mejor opción terapéutica en el caso de que el hijo llegue a necesitarlo.
Y decía que este caso me recordaba a otro que se aireó en marzo de este año, como un gran avance científico. Un caso casi calcado. En vez de niñas, niños. Pero también la SCU del pequeño sirve para salvar al hermano mayor. Me refiero al caso del bebé medicamento del hospital Virgen del Rocío de Sevilla. La diferencia es que en este caso, el más reciente, el hermano no nace fruto del azar, sino que es buscado por medio de un proceso de selección, en el que los candidatos no idóneos son rechazados (por enfermos o por ser sanos, pero no-compatibles). Para salvar a uno mueren un mínimo de treinta y seis. ¡Tremenda diferencia!
Siempre que saco este tema a relucir alguien me llama exagerado y me dice que no se puede comparar una vida humana con un conjunto de células. Debe estar extendido esto, porque a la Ministra de Igualdad se le escapó un argumento similar. Pero por más que se retuerza el lenguaje (y la inteligencia) no se puede negar la evidencia de que ese “conjunto de células” es un individuo de la especie humana, en las etapas iniciales de su desarrollo.
Dejando al margen las implicaciones religiosas (que también las tiene), el trasfondo del problema es simplemente ético: Hoy en día no aceptamos someternos a las reglas del azar que hace que, como en este caso, la segunda hija sea compatible y se pueda por tanto curar a la hermana mayor, y que en otros casos no sea así. Pretendemos cambiar las reglas del juego, el azar de la naturaleza. Y eso ataca a la propia dignidad del ser humano, instrumentalizado por otros para servir a un fin, en vez de ser resultado maravillosos del azar proveniente de la recombinación del material genético de sus padres.
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