Con este slogan se presenta un pequeño partido político que tiene entre sus principios programáticos la abolición absoluta del aborto en España. En la manifestación contra el aborto (perdón, a favor de la vida) del pasado fin de semana no se les dejó gritar este eslogan porque se trataba de una manifestación “apolítica”. No trato en este artículo de hacer publicidad de nadie, y menos ante la proximidad de las elecciones municipales y autonómicas. En las que, por cierto, los alcaldes o presidentes de autonomía no tendrán nada que hacer ni decir respecto al aborto, porque cambiar la ley del aborto no es estrictamente un asunto de su responsabilidad (aunque sí de sus partidos). Pero también es verdad que los servicios municipales de salud pueden hacer mucho para fomentar o frenar el número de abortos. Y los ayuntamientos también pueden fomentar estrategias de ayuda a la mujer embarazada, o considerar que eso es una política contraria a los supuestos derechos de la mujer, y hacer justo todo lo contrario. Lo que me interesa ahora del tema es comprender qué piensan los dos principales partidos políticos españoles ante el tema del aborto.
Para el PSOE está claro. No hay ninguna duda de que son partidarios del aborto, y de facilitar su práctica cuanto más mejor. La razón es que los socialistas creen que el aborto es un método anticonceptivo más. El último recurso, cuando han fracasado las técnicas para tener relaciones sexuales sin intención de procreación (relaciones que, por cierto, también promueven entre nuestros jóvenes). Si a pesar de “tomar precauciones” la mujer queda embarazada, siempre queda el recurso final al aborto. Los socialistas confunden su populista defensa de los derechos de las minorías y los desfavorecidos con su ataque más furibundo a esos mismos colectivos. Cuando se propugna que el aborto es un método de planificación familiar (enmarcado en el derecho “de nueva generación” llamado de “salud sexual y reproductiva”), en realidad se carga toda la responsabilidad de seguir adelante con el embarazo sobre la mujer. Que es quien debe decidir si aborta o no, presionada por el varón. Él sabe que puede quedar libre de toda responsabilidad. Es las mujer la que, si sigue adelante con su embarazo, asume su voluntad de hacerlo. El hombre lo tiene muy fácil: Si la mujer no abortó será porque quería tener al hijo. Y en ese caso, es su responsabilidad (de ella) ocuparse de esa nueva criatura. De hecho, estamos llegando a la paradoja de que lo que debería ser normal (ocuparse de un hijo que no tiene la culpa de la irresponsabilidad de sus progenitores) se está convirtiendo en excepcional.
Pero volvamos al tema que nos ocupa. Dando un paso más, la gravedad de la ley que los socialistas han aprobado hace ahora un año (Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo) radica en que el aborto ha pasado de ser un delito a ser un derecho de la mujer. En su artículo 12, la ley afirma que “Se garantiza el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo en las condiciones que se determinan en esta Ley.” Cuando algo está garantizado a los ciudadanos, es que estos tienen derecho a exigirlo. Este es el caso del aborto en nuestro ordenamiento constitucional. De esta manera, a petición de la mujer, se le debe facilitar el aborto, si está embarazada de menos de catorce semanas. Esta es una aberración que no existe en ningún otro país del mundo.
La ley vigente hasta entonces en España (Ley Orgánica 9/1985) había reformado el artículo 417 bis del Código penal para despenalizar tres supuestos concretos de aborto. Es decir, que anteriormente se consideraba el aborto como un delito, pero que no estaba penado en tres supuestos: Si hay grave peligro para la vida o la salud física o psíquica de la embarazada (aborto terapéutico), en caso de que el embarazo sea fruto de violación, siempre que se realice dentro de las primeras 12 semanas y haya denuncia (aborto ético), y si se presume que el feto nacerá con graves taras físicas o psíquicas, siempre que se realice dentro de las primeras 22 semanas (aborto eugenésico). El primer supuesto, mal llamado aborto terapéutico (porque no era terapia para nada, sino causa de muerte para el feto y de trauma para la madre), era el coladero por el que se realizaron la mayoría de los abortos en España. Sin ningún límite temporal, las mujeres se acogían al peligro para su salud psíquica, y abortaban a sus hijos en cualquier momento del embarazo. Esta ley se aprobó en 1985, cuando también gobernaban los socialistas. Por eso afirmo que es bastante claro que el PSOE es claramente favorable al aborto.
Pero el Partido Popular, que gobernó después durante 8 años, no hizo lo más mínimo por cambiar esta ley. De hecho, durante la época de sus gobiernos se produjeron aún más abortos que en la etapa de los gobiernos socialistas. En opinión de Rajoy, esta ley les parece que “respetaba el derecho a la vida, con algunas excepciones, y era constitucional…” (?) Es verdad que cuando se produjo el debate previo a la aprobación de la ley actual, el PP se manifestó contrario a considerar el aborto como un derecho. Y trataron de frenar su aprobación, incluso presentando recursos in extremis ante el mismo Tribunal Constitucional. Si ustedes leen el recurso (pueden verlo en este enlace), se quedarán asombrados de la claridad de ideas que en él se manifiesta. ¿Por qué no continúan entonces con ese discurso tan congruente? El problema de algunos dirigentes del PP en su relación con este asunto es que, en el fondo, no les preocupa si con el aborto muere un ser humano o no. Sólo miran hacia las encuestas, que es su responsabilidad, para tratar de adivinar qué piensan sus potenciales votantes y así pasar a defenderlo. Por tanto, si no se atreven a definirse claramente en este tema es porque las encuestas les dicen que sus votantes están a favor de la ley anterior, la de los tres supuestos. Es verdad que dentro de sus filas hay honrosas excepciones que se oponen y afirman claramente que es inhumano destruir a un ser humano inocente, en ninguna circunstancia. Pero hasta cargos que deberían ser significativos, como el de la futura presidenta de NNGG, Beatriz Jurado, se atreven a decir en público que si le dijeran que su hijo va a nacer con malformaciones “no lo tendría. Si es malo para su salud, no. Si va a estar destinado a morir o no va a disfrutar de la vida, dentro del tiempo legal, no lo tendría.” Ellos mismos están ya infectados de la ideología dominante, que considera la enfermedad un mal ante el que cede el derecho a la vida. En el fondo piensan que el valor de la vida humana depende en su utilidad, y no reside en la vida humana en sí misma. Por eso, ahora resulta una quimera esperar que el PP vaya a prohibir el asesinato de niños inocentes en el seno de sus madres. No lo van a hacer porque, en el fondo, no tienen opinión al respeto. No más opinión que la de sus votantes potenciales. Quienes piensan que “lo de aborto”, para ciertas circunstancias, sí debe existir. Y eso, me temo, implica que, o se equivocan en sus encuestas, o es verdad que la mayoría de la población española es hoy, todavía partidaria de un aborto “civilizado”. Matemos a los niños, pero no indiscriminadamente. Siempre con límites y garantías legales, para que esto no se desmadre. El aborto no es un derecho, pero tampoco debe ser criminalizado.
Si queremos acabar con la lacra del aborto, hay que exigírselo a nuestros políticos. Pero también hay que educar a la población, para cambiar la mentalidad utilitarista dominante. Me temo.
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