5 de febrero de 2010

Autonomía del paciente en estado no consciente

Una situación angustiosa es la que viven los familiares de personas que llevan mucho tiempo en coma. El enfermo no tiene ninguna respuesta aparente a estímulos, y sin embargo mantiene las constantes vitales. Es la familia la que debe tomar las decisiones por él, ya que el enfermo no tiene capacidad de ejercitar su autonomía como paciente al estar en un grado de inconsciencia. Mientras el cerebro no muere no se puede hablar de la muerte de la persona. De hecho, la muerte cerebral es el indicativo de la muerte de la persona. Esto resulta crítico para los trasplantes, pues no se le puede quitar a alguien un órgano para trasplantárselo a otra persona sin asegurarse previamente de que el donante está realmente muerto. Pero a la vez, si no hay circulación sanguínea, el órgano ya no sirve. De modo que hay que mantener las constantes vitales de una persona clínicamente muerta para poder utilizar sus órganos para trasplante.
La frontera entre la consciencia y la inconsciencia no es nítida. Los científicos distinguen cuatro situaciones: En los extremos están el coma (trastorno agudo en que el paciente no responde a los estímulos) y la plena consciencia. En medio están el estado vegetativo (transitorio o permanente) y el de mínima consciencia.
Pero hoy no va el tema por ahí. De lo que me interesa ocuparme hoy es de un experimento que han realizado las Universidades de Cambridge (Reino Unido) y Lieja (Bélgica) con 54 personas en estado vegetativo para lograr comunicarse con ellos. Lo publica este mes la revista New English Journal of Medicine, y el estudio resulta cuanto menos curioso.
La técnica consiste en utilizar imágenes obtenidas a través de una resonancia magnética que muestran, en tiempo real, la actividad cerebral de ese grupo de 54 pacientes ante determinados estímulos. Lo primero que hicieron los médicos fue pedirles que se imaginaran jugando tenis. Inmediatamente, pudieron observar cómo se activaba en el cerebro la región que controla los movimientos físicos. Después, les solicitaron que se imaginaran a sí mismos recorriendo las habitaciones de su casa, lo cual activó otra área distinta del cerebro. Una vez identificadas con precisión ambas zonas, los médicos empezaron a hacerles preguntas a los pacientes, a las que debían responder "sí" o "no". Para responder “sí”, les pedían que imaginaran que jugaban tenis, y para decir “no”, que estaban en su casa. Gracias a las imágenes del cerebro que proyectaba el escáner pudieron comprobar qué áreas se activaban de acuerdo con cada pregunta y de esta forma identificar las respuestas positivas y las negativas sobre las preguntas que les iban planteando.
De los cinco enfermos en los que se apreció respuesta, tres de ellos mostraron, además, ciertos signos de consciencia, mientras que en los otros dos no se apreció actividad física alguna. Uno de estos últimos era un hombre que había sufrido un accidente con 22 años y llevaba 5 en estado vegetativo. Utilizando estas técnicas, se le preguntó si su padre se llamaba Alexander, o si se llamaba Thomas. El resultado fue que se ponían en marcha las zonas del sí con la primera pregunta (el padre se llamaba Alexander, efectivamente), o las del no con la segunda.
El equipo, dirigido por Adrian Owen, neurocientífico de la Unidad de Ciencias Cerebrales de Cambridge (Reino Unido), cree que esto abre la puerta para preguntar a los pacientes en coma y que ellos puedan tomar decisiones por sí mismos. Es decir, para devolverles a los enfermos inconscientes su autonomía real, el poder de decisión sobre los tratamientos que se les deban aplicar. Me temo que lo que se les pretende preguntar es si desean que se les "eutanasie", y puede resultar curioso ver qué responden ante esa pregunta. En cualquier caso, hay que esperar a ver qué efectividad tiene esta técnica, pues aunque resulta interesante, falta considerar si los resultados son realmente fruto de algo voluntario o reflejo, o incluso, si no se estará trabajando con pacientes pre-seleccionados por su buen pronóstico.
De todas maneras, aunque así fuera, si el paciente pudiera expresar su deseo de que le mataran, jamás se podría cumplir su voluntad, pues el médico no puede buscar activamente la muerte de nadie, aunque se lo pida el mismo sujeto, como queda claro en el juramento hipocrático, cinco siglos antes de Cristo: "A nadie daré una droga mortal aun cuando me sea solicitada, ni daré consejo con este fin"
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