¿Se puede obligar a usar la sonda nasogástrica si el enfermo no lo desea?

Siguiendo a la Dra. Vila Coro, en su libro "La Bioética en la encrucijada", el caso de la sonda nasogástrica en los enfermos que no lo desean plantea un conflicto entre dos principios bioéticos: El de autonomía del paciente y el de beneficencia, o no maleficencia. ¿Cuál debería primar? Si es el de autonomía, se impone la voluntad del paciente. Y si es el de beneficencia, la del médico.

Estoy de acuerdo con Vila Coro en que si se trata de aplicar cuidados ordinarios, debe primar el principio de beneficencia, y si son extraordinarios, el de autonomía. Por tanto, la sonda nasogástrica, como medio ORDINARIO que es, debería ser impuesta siempre (prima el ppo. de beneficencia). ¿Y si no quiere el paciente? El médico debería hacerle firmar el alta voluntaria y negarse a seguirle atendiendo (que es lo que pasó en el caso de María Antonia Liébana, comentado aquí), puesto que la médico que la antendía considera en conciencia, con buen criterio, que es un cuidado básico que no se puede impedir. Y si el enfermo (o sus representantes) lo rechazan, debe ser bajo su propia responsabilidad. Pero entonces alguien debe aplicarle unos cuidados paliativos para que no sufra al morir de hambre o deshidratación. No para ACELERAR SU MUERTE, sino para evitarle los sufrimientos... Luego vuelve a necesitar de un médico que atienda a los cuidados paliativos, y que al ver la situación debe intentar aplicar los cuidados básicos... Y así hasta el absurdo. O hasta que la situación de deterioro del enfermo haga que ya no sean cuidados básicos, sino extraordinarios los que necesita, porque el paciente se ha colocado él mismo en esa situación. Entonces, aceptando su autonomía, hay que dejarle morir, procurando aliviar su sufrimiento, pero nunca acelerando voluntariamente su muerte.

Una persona que rechaza un cuidado vital básico hace uso de su autonomía. Pero un uso malo, no-ético. El problema es que no se le puede imponer lo contrario. Por eso el médico debe cargar toda la responsabilidad sobre el propio paciente que toma tales decisiones (en el uso de su autonomía).